martes, 23 de julio de 2013

Desde las sombras


"Una de las ventajas de haber estudiado en la misma escuela toda mi vida, es que conocía a todos mis compañeros. Uno de los contratiempos es que uno no podía aislarse del resto muy a menudo. A menos, claro, que fueras Carlos.

Me da un poco de pena admitir que yo no me di cuenta de su existencia hasta después de varios años, en específico, seis meses antes de salir. Doce años compartí salón con él, y no vi que existía. Claro, hasta aquel día.

Siempre me había interesado la investigación, pero no fue sino hasta el último año que decidí entrar al equipo de la escuela. Fue un semestre muy interesante, y aunque no tenía compañeros con quienes hacer equipo, mi proyecto calificó al torneo estatal. Creo que sobra mencionar que estaba muy emocionada. Pero el día que llegué al concurso, y noté  que estaba sola, y que todos a mi alrededor eran mis enemigos, me sentí repentinamente indefensa. Era un sueño, pero una vez ahí, era más aterrador que inspirador.

Sin nadie en quien confiar, ni nadie con quien juntarme, fui a preparar mi exposición. Busqué el nombre de mi escuela, y vi que me habían asignado el stand 29, así que fui hacia allá. Cuál fue mi sorpresa cuando, al llegar a él, encontré a un chico con su stand ya listo. Enojada y confundida, lo confronté, intentando decirle que ese era mi lugar, cada vez más furiosa, al tiempo que él se negaba a moverse. Y entonces, vi sus ojos. Pude sentir como ese tono de azul atravesaba mi pecho, veía profundamente dentro de mi alma, analizaba todos mis secretos, y me dejaba completamente vulnerable. Temí, pero inmediatamente, y sin una explicación de verdad, supe que a pesar de ello, no me haría daño. Sabía mis secretos, pero no me dañaría. Podía confiar en él.

Fue hasta ese momento que me detuve, y escuché lo que me intentaba decir. Él era un estudiante de mi escuela, que también había calificado al concurso, y yo me había confundido. No sabía que había otro equipo de mi escuela, y me sorprendió mucho no reconocerlo a él, a pesar de que, como me dijo, habíamos compartido escuela durante tanto tiempo. Sin embargo, poco me importó en ese momento, pues yo estaba fascinada con él, y en particular con sus ojos, los cuáles no podía dejar de mirar. Tan es así, que él tuvo que correrme de ahí para que fuera a preparar mis cosas, en mi propio stand.

Sólo pensé en él mientras estuve ahí, esperando el momento en que acabaran de evaluarnos, para ir a hablarle, para volver a verlo. Sin embargo, cuando por fin estuve libre y fui a su stand, ya no estaba. Fue un final amargo para un día que pudo haber sido perfecto.

Esa escena se repitió durante los siguientes días del concurso, incluso en la premiación, en la cual no se apareció. Movida por la curiosidad, y un poco por las ganas de verlo, comencé a buscarlo en mis fotos, y en mis recuerdos. Sorprendentemente, no apareció nunca en ellos. Parecía tener una habilidad innata para eludir las fotografías, y solo pude encontrar una, en el fondo de una de mis fotografías con mis amigas. Salvo eso, nada. Aunque me pareció realmente extraño, decidí dejar de pensar en eso, y únicamente dedicarme a pensar en él. 

Sin embargo, y por mucho que yo hubiera deseado que fuera diferente, una vez volvimos a la escuela, las cosas no cambiaron. A pesar de que yo no podía sacarlo de mi cabeza, y difícilmente podía enfocarme en algo que no fuera él, mi existencia parecía no importarle. Ni la de nadie. Cuando lo veía, cosa no muy común, solía estar solo, y aunque yo hacía lo posible para estar con él, parecía que él preferiría no estar conmigo. O mejor dicho, parecía no estar acostumbrado a la compañía. Jamás tuvo ni siquiera un detalle que me indicara que me quería lejos, pero tampoco lo vi cómodo. Era una situación extraña.

Debo confesar que mi obsesión con él era un poco preocupante, pero no me importaba. Y por suerte, parecía que tampoco a él. Fue solo cuestión de tiempo para que empezáramos a salir, y poco a poco se fue abriendo. A pesar de ser un hombre de pocas palabras, tenía un gran corazón, y estar juntos era bastante grandioso. Todo parecía ser perfecto siempre que estábamos juntos. Después de vernos, el mundo parecía ponernos una atención especial, y yo radiaba de felicidad.

Hasta que llegó aquel día. A partir de ese momento, ya nada sería igual.

Era la primera vez que me iba a acompañar a mi casa a cenar con mi familia, y mentiría descaradamente si dijera que no estaba nerviosa. Toda mi semana había girado en torno a ese momento, y no había otra cosa en mi mente que lo perfecto que podía y debía ser. Pero en cuanto nos acercamos al coche, un tipo, con los ojos rojos, y un penetrante olor  a alcohol, se nos acercó, tambaleando. Yo inmediatamente detecté el peligro, pero a Carlos pareció serle de lo más normal, y él continuó, llaves en mano y sin levantar la vista, hacia el auto.

Traté de decir algo. Advertirle que podía estar en peligro, pero no fui capaz de moverme, ni gritar, ni nada. Solo podía verlo, paralizada por el miedo.

Pude ver claramente como se le acercó, cuchillo en mano, hasta estar a una distancia en la cual fácilmente podía herirlo. Solo entonces Carlos lo volteó a ver. -Buenas tardes, ¿Se le ofrece algo?-
-Las llaves de tu coche. Dámelas cabrón. Y la cartera.-
-Lo siento señor, pero esas cosas me pertenecen. Le pido que se retire- El tipo comenzó a perder la paciencia, y esgrimió su cuchillo hacia Carlos, quien detuvo el embate hábilmente. -Si yo fuera tú, aceptaría mi consejo y me iría antes de que algo te pase.- El tipo estallo en risa, y yo no pude contener más tiempo el llanto.
-Te di la oportunidad de darme las cosas por las buenas. Ahora dame eso, o te arrepentirás. – 
-Ehm... No lo creo- Y antes de que el tipo pudiera moverse, Carlos le soltó un fuerte golpe al cuello, tras lo cual el tipo comenzó a toser. -Cerré tu garganta. Continuará así por los próximos treinta segundos. Suficiente para que dejes tu cuchillo, y te vayas de aquí.- Pero el tipo, aun tosiendo, soltó un puñetazo en la dirección de Carlos, aunque no logró conectar. -Bajo advertencia no hay engaño-  Dijo, tras lo cual con un movimiento fugaz, soltó una patada, la cual conectó con fuerza en la rodilla izquierda del hombre. Escuché un crujido, luego un grito, y finalmente cayó al piso. Sin embargo, una vez más, intentó golpear a Carlos, quien esta vez no dijo nada, solo procedió a separar, con una precisión absoluta, el hombro derecho del cuerpo. Tras un grito agónico, el tipo perdió el conocimiento y cayó al piso, inmóvil.

Solo hasta entonces me volteó a ver. Sobra decir que yo estaba aterrada, y para sorpresa mía, él también se veía asustado.

-¿Te sientes bien?- Carlos estaba junto a mí, preocupado. Yo estaba detenida a mitad de la banqueta. Mi bolsa se había caído, y no había rastro alguno del asaltante ni nada que indicara su existencia. -¿Julieta? ¿Te sientes bien? Te detuviste de repente.-
-Si... No pasa nada...- Respondí, con una sonrisa fingida. Me agaché a levantar mis cosas, aún asustada. Mi maquillaje, antes corrido por las lágrimas, se sentía ahora perfecto, y yo no comprendía nada.
-¿Qué pasó?-
-No lo sé, dime tú. De la nada te detuviste y dejaste caer la bolsa- Sus ojos azules me veían fijamente, y podía sentir la verdad de sus palabras, pero me costaba creerlas. Todo se había sentido tan... Real. Sin embargo, supuse que había sido una ilusión, y seguí caminando. Tal vez lo hubiera olvidado, de no ser porque al arrancar, pude ver al hombre, paralizado y con la mirada perdida, recargado en la pared de la que había salido para querer emboscarnos.

No pude pensar en otra cosa durante todo el día, y la velada que había planeado como perfecta pasó a ser solo un día más.

Esas imágenes me persiguieron por un largo tiempo. Más de una vez me desperté en la noche, con sudor frío y su imagen muy clara en la mente. Me aterraba pensar que él pudiera haber hecho algo así, a pesar de que aparentemente no lo había hecho, pero desconfiar de mis sentidos era una idea que no me atraía nada.

Pronto, me encontré desconfiando de todo lo que hacía. A pesar de la perfección que todo tenía a su alrededor, me resultaba cada vez más difícil creerlo. Era una sensación difícil de describir, donde me sentía parte de una farsa, como si todo el mundo estuviera jugando conmigo. Empezando por él.

Así que, tras casi un año de salir juntos, y más de cuatro meses después de “El incidente”, finalmente conseguí el valor para confrontarlo. Al principio, parecía que todo era una creación de mi cabeza, y cuando terminé, me sentí realmente ridícula, como una niña pequeña que juraba que debajo de su cama había un terrible monstruo, a pesar de que, claramente, eso no era real. Sin embargo, tras unos minutos de sufrir con la pena, su intensa mirada sobre mí y el fuerte deseo de que me diera un infarto, pasó. Su mirada, que segundos antes parecía cuestionar mi salud mental, pasó a verme con miedo. El tipo de temor puro que había visto en ellos antes, solamente aquella vez. El miedo que me despertaba una gran cantidad de noches, sin entender por qué.

Y empezó a hablar.

“Cuando era pequeño, todo a mi alrededor siempre fue muy raro. ¿Ubicas los déjà vu? Bueno, pues mi vida parecía estar compuesta de una serie de constantes déjà vu. Las cosas parecían suceder una inmensa cantidad de veces, siempre diferentes a lo anterior, siempre con elementos familiares, pero detalles que habían cambiado. Y yo vivía con miedo. Hasta que un día, habría tenido… No sé, cinco años… No importa. El punto es, un día, me sentía muy mal, y mi mamá quería que fuera a la escuela, porque no debía de faltar, y yo solo podía pensar: “Por favor, déjame quedarme aquí, finge que no existo”. Y de repente, vi como mi mamá empezó a comportarse como si yo me estuviera yendo, y durante el resto de la mañana, me ignoró. Al principio pensé que estaba jugando conmigo, dándome un pequeño gusto, pero después me di cuenta que no notaba que yo estaba ahí, sin importar que hiciera. Fue una mañana muy liberadora. No fue sino hasta que regresó de “recogerme” que notó mi presencia.

Asustando, pero más aún sorprendido por ello, comencé a explorar mis… habilidades. Pronto me di cuenta que podía hacer que las personas a mi alrededor creyeran que las cosas que estaban pasando eran diferentes a cómo eran en realidad. También, pronto me di cuenta que la gente tenía que haberme visto a los ojos para que eso funcionara, lo cual, por suerte, se vio ayudado por el tono de mis ojos, que hace que la gente tienda a verlos. Pero creo que de eso ya te habías dado cuenta.

Gracias a mis dones, era capaz de conseguir que la gente no me notara ni sintiera, como le pasó aquel día a mi mamá, o que vieran cosas de manera diferente a lo que realmente estaba sucediendo, como cuando me acercaba a mis profesores con “dudas de mi calificación” siendo que ellos percibían al mejor de la clase y me ponían diez, o cosas así… No me mires con esa cara, era solo un niño…

Exploré los límites de mis capacidades, y pronto vi que, si bien las ilusiones se hacían más fuertes dependiendo de mis emociones, también se volvían más incontrolables. Había veces que quería que solo afectaran a alguien en específico, pero me sentía tan mal, o estaba tan enojado, que todos a mi alrededor lo notaban. Aún a veces me pasa, aunque cada vez menos. He conseguido una buena cantidad de control tras tantos años, debo reconocer.

Sin embargo, toda esa “investigación” me llevó a convertirme en un chico solitario, ese “chico raro” al que todos hacían burla en la escuela. Podrás imaginar que, para un niño de diez años, eso era algo bastante traumático. Así que, un día, harto de todo y de todos, decidí que todos ustedes se olvidarían que yo alguna vez existí. Y durante seis años, así fue. Hasta que, inexplicablemente, tú me notaste. Era la primera vez que alguien hablaba conmigo en más de cinco años sin estar completamente influenciado por mí, y fue una sensación que me produjo mucho pánico. Pero, en algo que encontré inexplicable, fueron los mejores minutos que había tenido en mucho tiempo.

Durante unos días, hui de ti. Si, lo oíste bien. Hui. Tenía verdadero pánico, no sabía manejar esa situación, y tenía más miedo de ti del que me enorgullece aceptar. O más que eso, de arruinarlo todo. Eras, y perdona que te lo diga tan directamente, pero desde entonces te convertiste en lo mejor que me había pasado. Eso me llevó convertir todo lo que hacíamos en algo perfecto, en base a ilusiones que involucraban a todos a nuestro alrededor, pero dejándote a ti la decisión de si lo que sentías era real para ti, o no. Yo sé que para mí lo era.

Por eso, el día que nos asaltaron, traté de meter en una ilusión al tipo, pero tenía tanto miedo de que algo saliera mal y que te pudiera pasar algo, tanto miedo de perderte, que al parecer te metí en la ilusión a ti también. Y lamento que hayas tenido que ver eso. Por segunda ocasión alteraste de mis ilusiones, y esta vez con resultados aún peores.”

Creo que es evidente que no sabía qué decir. Ahora entendía por qué todo a nuestro alrededor era perfecto, ahora entendía por qué no parecía haber existido nunca antes, y sobre todo, ahora entendía ese día.

Durante un tiempo, acepté eso sin problema alguno, pero luego, comencé a temer. Miedos ridículos de una joven adolescente, veo ahora, pero miedos genuinos y paralizantes en su momento. Temía que, aunque me dijera repetidamente que no, me estuviera manipulando, que estuviera influyendo en cómo lo veía. Me lo imaginé repulsivo, haciéndose pasar por un guapo chico de ojos azules con tal de conseguir que alguien lo aceptara. A ratos, imaginaba que estaba saliendo con otras mujeres, mientras me mostraba una ilusión de que estaba conmigo. Fue una época muy caótica. Salir con alguien que tiene habilidades como la suya es una verdadera odisea, y aunque me veré un poco mala, te deseo que jamás tengas el “honor” de salir con alguien así. Lo digo por tu propio bien.

Como te imaginarás, llegó un momento en que las cosas ya no iban bien. Él, siempre más inteligente que yo, trató de cortarme. Fue una decisión que hubiera sido idónea en su momento, pero eso es algo que yo no creí en ese entonces, por lo que seguimos juntos, desgastándonos, peleándonos, y destruyéndonos lentamente, hasta que, un día, tras una pelea específicamente desgastante, terminamos.

A pesar de lo difícil que había sido estar con él, pronto me enfrenté con un reto aún más duro: Estar sin él. Duele decirlo, pero lo necesitaba. Esos años con él habían sido lo mejor que me había pasado, y no pude dejarlo ir. Traté de que volviéramos, más de una vez, cada día más desesperada, hasta que una tarde, después de que le rogara llorando, por enésima vez, para que me diera una oportunidad, decidió que se borraría para siempre de mi mundo. Me miró fijamente a los ojos, me dio una última caricia, y desapareció.

Mucho tiempo me dediqué a buscarlo. Fui a su casa, sólo para encontrarla vacía. No aparecía en los registros de la escuela, ni siquiera en esa foto vieja de la que nunca le hablé, la única que tenía de él antes de conocerla, donde salía en el fondo. Ya no estaba. Tengo la ligera sensación de que él tenía la intención de que yo olvidara por completo que él había existido, pero no lo logró. No podría olvidarlo aunque quisiera.

Eventualmente me resigné a su desaparición. Continué mi vida como debía de ser, harta de perseguir fantasmas, y avancé. Conocí a tu abuelo, nos enamoramos, y nos casamos. Debo admitir, aunque me duele, y aunque estoy seguro que a él le dolería, que nunca dejé de amar a Carlos… Solamente acepté que se había ido. Era como su muerte, pero peor, porque yo sabía que estaba ahí.

A veces, podía sentirlo. Sabía que estaba a mi lado en el camión, o que ese dinero que me encontré tirado había sido dejado allí por él y para mí. Sé que él alejó a todo peligro de mí. Sé que siempre estuvo a mi lado, cuidándome, desde las sombras. Sé que él me ayudó a construir mi vida, y daría todo, aún después de tantos años, por verlo una vez más”

Definitivamente no es el tipo de historia que esperas que tu abuela te cuente en su lecho de muerte (Estaba esperando la herencia, más que nada…) pero era algo impactante. Al principio, me encontré deseando sus poderes, y no fue sino hasta entrado en la historia, que me di cuenta la enorme carga que eso podía significar. Pero había algo que no entendía.

-Oye abuela… ¿Y por qué me cuentas esto a mí?- 
Ni siquiera me volteó a ver -No te lo contaba a ti, mijo-

Sonrió levemente, y yo voltee a ver si había alguien más en el cuarto a quien pudiera estar dirigiéndose. Pero no, estaba vacío. En eso, escuché un ruido muy débil, como una especie de beso, y voltee. Mi abuela tenía la mirada perdida, con una expresión de júbilo, y el monitor a lado suyo decía lo inevitable: Había fallecido.

No sé en donde estés, pero en nombre de mi abuela, te doy las gracias, Carlos.