Lo que comenzó como un simple proyecto escolar pronto de volvería una verdadera obsesión para mí
Todo parecía muy simple: Bajabas una base de datos de pinturas, lo más robusta posible, y luego hacías un programa que comparara una fotografía aleatoria con dicha base de datos, para que te entregara "tu doble histórico". Sonaba fácil, divertido y en general un trabajo que me llevaría unas horas en programar, y aún menos tiempo en olvidar.
Y así fue para el resto de mis compañeros, quienes después de presentarlo lo desecharon, muchos incluso lo eliminaron. ¿Por qué yo no podía hacer lo mismo?
Sin entender por qué, decidí seguir trabajando en él, sin decirle a nadie. Cada noche, después de las clases, dedicaba horas a buscar nuevas pinturas, obras de arte, esculturas, y alimentar la base de datos. A veces, la necesidad de mejorar el algoritmo de comparación no me dejaba dormir, y pasaba toda la noche intentando hacerlo aunque sea un poco más eficiente. Un poco más fino. Un poco mejor.
Casi nunca lo corría. Por lo general solo lo hacía para asegurarme que aún funcionara, dándole fotos de artistas o algún famoso cuyo rostro fuera fácil de comparar. Ya saben, Keanu Reeves y esa pintura de los 1800s que es igual a él. Hasta que un día, decidí poner una foto que nunca había probado. Y la verdadera obsesión comenzó
Le di al programa la foto de una de mis compañeras de clase, y en lugar de devolverme un solo resultado, me arrojó docenas de ellos. Fotografías de una actriz del cine en blanco y negro, pinturas al óleo en castillos europeos, esculturas en mármol de las épocas griegas, pictogramas egipcios... Todos con un rango de coincidencia cercano al 100. Algo estaba haciendo muy mal. O muy bien.
Intenté con otras fotografías actuales, sin éxito. Nadie tenía ese nivel de coincidencias. Era una anomalía que me sacaba de quicio. Traté de consultarlo con expertos en el tema, presentándoles mi proyecto y preguntando si encontraban algún error, sin decirles la razón de mi duda, pero a pesar de implementar cientos de cambios sugeridos por ellos, el resultado no solo no cambiaba, sino que empeoraba. Y no se diga si incluía aún más imágenes.
El proyecto me consumió a tal grado que se volvió primero mi tesis de licenciatura, y luego el principal tema de mi maestría y doctorado. Estudié con los mejores profesores y consulté a los mayores expertos, no solo en la parte ingenieril, sino en historia, antropología, biología, genética... Todos enriquecieron el sistema, a su manera. Ninguno consiguió arreglar el problema, solo hacerlo más grande.
Fue entonces cuando, en un movimiento desesperado, decidí inscribir el proyecto a un congreso, donde por primera vez mostraría ese resultado a todo el mundo, con la esperanza de que, al ver los resultados, alguien pudiera ayudarme a entender lo que estaba sucediendo. Y en un movimiento impulsivo, decidí invitarla a ella a verlo.
No habían pasado ni cinco minutos cuando ya me había mandado mensaje, no solo confirmando su asistencia, sino ofreciendome su ayuda en caso de que la necesitara.
A pesar de estar consciente que era una terrible idea decirle "llevo la mitad de mi vida obsesionado con un trabajo escolar después de haberlo alimentado con tu foto", y la plena consiencia de que no solo creería que estaba loco, sino que probablemente levantaría una denuncia en mi contra por acoso, o mínimo invasión de su privacidad, decidí quedar con ella para una presentación privada. Para mi sorpresa, aceptó gustosa. La semana de espera fue angustiante.
Cuando llegó a mi casa el día acordado, mi nerviosismo estaba a niveles insospechados. Llevaba años viendo ese rostro en todos lados, y cada gesto, cada movimiento se me hacía tan familiar que era como si la hubiera conocido desde antes de nacer.
No sin antes disculparme, le presenté el proyecto, a detalle. Toda la línea de tiempo, rastreando la existencia de una mujer idéntica a ella desde que la humanidad empezó a ser capaz de dejar su huella en el mundo. Ella observaba, sin decir nada, intrigada. Cuando terminé, lo único que me dijo fue "¿A dónde quieres llegar con esto?"
Fue hasta entonces que, por primera vez, me atreví a decir lo que llevaba años pensando: "Creo que eres una inmortal, que has vivido miles de años, y que soy el primero en darme cuenta de ello". Ella me miró a los ojos, con mucha seriedad. "¿En serio crees que, de ser así, sería la única?"
Un sudor frío recorrió mi cuerpo. No podía asegurarlo, pero ninguna otra persona había tenido un comportamiento semejante a ese. Tenía que ser la única, pero... "¿Me estás diciendo que hay más como tú?". En lugar de contestar, sacó su celular, me tomó una foto, y la metió en el programa.
Al instante aparecieron cientas de imágenes que parecían coincidir con el comportamiento de las suyas, pero al verlas de cerca, eran muy distintas. Mientras que en sus imágenes ella siempre se veía igual, misma edad, mismas facciones, únicamente distinta vestimenta, en mis imágenes todo cambiaba. A veces era un noble viejo, rodeado de su familia en una pintura. A veces, un joven vagabundo, robando comida en las calles de Nueva York en una fotografía. Pero lo que más me sorprendió es que en muchas de las imágenes aparecía ella.
"Acertaste en que soy inmortal. Me sorprende mucho lo profundo y detallado de tu análisis, casi no fallaste en nada, incluso podría decir que recuerdas más de mis nombres que yo. Pero te faltó un detalle importante: nunca he sido solo yo. Siempre hemos estado juntos.
No me preguntes por qué, hay algo que nos une. En casi todas tus vidas, me has encontrado. Algo te atrae a mí. A veces le llamas destino, a veces crees que es mera suerte. Yo prefiero no pensar en eso. Sólo sé que, de repente, ahí estás de nuevo. Pero a diferencia mía, tú no me reconoces. Porque tú no eres inmortal, solo eres eterno.
Recuerdo la primera vez que te reencontré. Años atrás te había visto morir, te había llorado, te había superado, y de repente ahí estabas de nuevo, tan joven como te conocí. Pero cuando me acerqué a ti, noté de inmediato y con mucho dolor que, a pesar de todo lo que vivimos juntos, tú no me reconocías. Y te odié. Y me alejé. E intenté olvidarte.
A ratos lo conseguía. Me iba a otro país y usaba el conocimiento de mis muchos años para forjarme una nueva vida, fuera de los puestos de gran poder, pero lo suficientemente cerca como para tener ciertos lujos. Y entonces, algo pasaba y ahí estabas. Un perfecto desconocido, imposible de confundir.
Pronto me di cuenta de una cosa: No debía buscarte. Si lo hacía, si trataba de obligarte a pensar en mí, a recordarme, inevitablemente te perdía. Sin embargo, si me portaba indiferente, tú solito me ibas a terminar encontrando. A notar que, por algún motivo, ya me conocías. Y en esos casos, era posible estar juntos, mientras te durara la vida.
Es imposible saber a cuantas personas he visto morir. Uno creería que se vuelve fácil con el tiempo. Pero despedirme de ti siempre ha sido un reto. Saber que, hasta que tú no regreses, nadie me va a comprender, nunca será sencillo. Pero me volví experta en esperar. En esperarte. Y ahora estás aquí de nuevo. Así que te pregunto ¿Qué harás ahora? ¿Le mostrarás al mundo tus hallazgos, y te enfrentarás a las consecuencias de exponerme?"
No podía creer que eso fuera real. No podía, y sin embargo... Una palabra salió de mi boca, un nombre que no había sido pronunciado en siglos. Y comenzó a llorar. Su primer nombre. Un nombre que yo conocía, en lo profundo de mi ser. Sin pensarlo más, borré el programa.
Ahora estoy viejo, enfermo y cerca de morir, y ella sigue tan hermosa, tan joven, como siempre ha sido. Espero encontrarme con ella, otra vez, pronto. Espero me siga esperando para entonces