Vengo
a hablarles en este momento de mi amigo Manuel Perez. Manuel, o como le
decíamos nosotros, “Ético”. Él era un ser humano bastante… peculiar en todos
los sentidos de la palabra. Desde que lo conozco, Ético siempre dejó guiar
todas y cada una de sus acciones por la Ética, de ahí su apodo. Todas sus
acciones, sin importar que tan irrelevantes pudieran parecer. No usaba nunca un
automóvil, porque “No era ético para el medio ambiente contaminarlo, si podía
caminar”. Nunca dejaba menos del quince por ciento de propina en un restaurante,
porque “No era ético no retribuir un trabajo digno a otro ser humano”, aunque
el servicio hubiera sido pésimo. No hacía… Bueno, creo que no necesitan más
ejemplos. Así era mi amigo Ético.
Y no
solo eso, pues Ético nunca se caracterizó por tolerar el mal en los demás. No
sólo era un ejemplo viviente de rectitud y comportamiento ético, sino un gran
orador. Si en algún momento te encontraba haciendo algo malo, así fuera tirar
basura en la calle, o copiando en un examen, te explicaba, con lujo de
detalles, por qué esa actitud “No era ética”. Sin embargo, aunque fuera un
regaño, era imposible tomarlo como tal. Articulaba sus argumentos de manera que
no sólo hacía que te sintieras mal contigo mismo, sino que sus palabras te
obligaban a remendar el mal. Pero no solo a nosotros, sus compañeros, sino a
cualquiera. Alguna vez me tocó verlo detenerse a la mitad de la calle para
subirse a un camión y regañar al conductor por haberse pasado un alto, y
convencerlo de que debía de pagar una infracción, al grado que el conductor, en cuanto pudo, cometió otra
infracción más grave frente a una patrulla para recibir su castigo. Aún hoy
día, hay veces que me detengo a pensar sobre alguna acción, pensando: ¿Qué me
diría Ético?
Por
eso, mucha gente era completamente incapaz de soportarlo. Decían que era un
pedante, que sólo quería lucirse ante el mundo,
que seguramente en su casa era igual o peor que todo nosotros, pero yo,
que lo conocía, sabía perfectamente que no. Sabía que él no era como nosotros.
Claro, entender nuestras diferencias no hacía más fácil soportarlas, pero
bueno… Siempre fue difícil tratar con él. Era bastante común verlo sólo, pero
eso nunca le molestó. Al fin y al cabo, “Molestarse porque los demás deciden
ejercer su libertad, no sería Ético”
Pero,
como dice el dicho “Para todo roto hay un descocido”, Ético encontró a una
persona con la que podía estar. No porque fuera una persona que guiara su vida
por la Ética, como él, sino porque, igual que él guiaba su vida por un estándar
superior a la comprensión del resto del mundo. Fernanda Raza es su nombre,
creo… Y digo creo, porque todos la llamábamos “Razón”. Uno hubiera podido
esperar que ellos dos, por ser tan antagónicos, no podrían convivir jamás en la
vida, pero, sorprendentemente, lo hacían bastante bien. Discutían. Mucho. Todo
el tiempo. Pero no eran discusiones serias, era como si ambos quisieran
probarle al otro que su visión del mundo era mejor, aunque ambos estuvieran
plenamente conscientes de que jamás lo lograrían. Verlos juntos siempre era
interesante. Desesperante la mayoría de las veces, si, pero interesante.
Por
más que salieran juntos, y cada uno de ellos fuera, probablemente, la única
persona que soportaba al otro más de quince minutos, esos dos nunca aceptaron
tener una relación. Alguna vez cuestioné a Ético al respecto, y lo único que me
respondió fue: “No sería Ético forzarla a estar en una relación conmigo”.
Cuando le cuestioné por qué habría de forzarla, si tal vez ella quería también,
se quedó callado, sonriendo. Nunca más volvimos a tocar el tema, pero en mi
mente siempre recordaré ese momento como aquel en el que logré dejarlo callado.
Creo que la Ética no dice nada sobre el amor.
Un
día después, supe que Ético y Razón iban a salir. Supuse que por fin dejarían
de ser sólo amigos y me alegré mucho… Si hubiera sabido…
Unos
amigos y yo organizamos una “misión de espionaje” para ver que pasaba entre
ellos, esperando tener buenas noticias. Los seguimos durante varias horas, pero
lo único que hacían era caminar, discutir, y mirarse fijamente. Uno a uno,
todos ellos desistieron, hasta dejarme sólo, un poco atrás de ellos, cuando vi
que cruzaban la calle para entrar a un parque. A pesar de que estaba harto, la
curiosidad, fuerza incuestionable, fue más fuerte que yo, y así, fui testigo de
todo.
Vi
claramente cómo Ético se dirigía hacia una señora que vendía flores, lentamente,
sin que realmente pareciera que tenían un rumbo fijo, pero supe lo que pensaba
hacer. Sabía que lo haría, y me sentí muy bien. No necesitaba ver más que eso,
y recién me había dado media vuelta para darles la privacidad que merecían
cuando lo oí, a pesar de la distancia. Alguien gritó: ¡Denme todo lo que
tienen!, y temí lo peor
Al
voltear, vi a un asaltante, con una pistola apuntando directamente a la frente
de Ético, a escasos metros del puesto de flores. Vi cómo Razón empezaba a
quitarse la correa de la bolsa para dársela al ladrón, cuando Ético abrió la
boca. Pensé de inmediato que era un error, e iba a empezar a correr para
detenerlo, así tuviera que soportar el asalto, con tal de evitar que lo
lastimaran, pero entonces empezó a hablar
De todos
los discursos sobre la Ética que le escuché, ese sin duda fue el mejor. Hablaba
como poseído por el máximo bien y la fuerza de sus argumentos nunca había sido tanta.
Estoy completamente seguro que, hablando así, hubiera podido convencer al mismo
Demonio de hacer el bien. Al terminar, Ético y Razón esbozaron una sonrisa que
demostraba plena consciencia de que, si eso no convencía al ladrón, era porque
no era un humano.
Sin
embargo, ninguno de los dos imaginaba lo que pasaría a continuación.
El
ladrón, en un acto de puro arrepentimiento, bajó la pistola, cerró los ojos, y
pronunció unas palabras que nunca olvidaré: “Entonces, si todo lo que he hecho
está mal… Mi vida… Carece de sentido”, al tiempo que se ponía el cañón de la
pistola en la barbilla. Ético y Razón trataron de detenerlo, pero él jaló el
gatillo…
Sólo
que, en el último momento dejó de apuntar hacia arriba, y apuntó hacia
enfrente.
Corrí
lo más rápido que pude, pero para cuando llegué, ya era demasiado tarde. La
bala había penetrado justo entre los ojos, y la luz en los ojos de Ético se
había apagado para siempre
Nunca
volví a ver a Razón tras ese día… Muchos creemos que su vida perdió sentido,
que su mente nunca pudo superar ese hecho, y que perdió, irónicamente, la
razón. Prefiero no pensar en ello.
Hoy
día, aún los extraño
1 comentario:
Excelente mi hermano!! Muy buen argumento y fluidez, que en estos casos es de lo mas importante. Tal vez no comulgo tanto con el final, que a mi parecer (repito, a mi parecer) está un poco de más. En realidad para mí no necesitas desenlaces, llamémosles... "premeditados" para hacerme y hacernos entrar en una verdadera y sincera reflexión acerca de lo que expones con tanta habilidad a través de la prosa. Desconocía totalmente tu talento y me da gusto descubrirlo. Leerte ha sido literal un placer y te felicito por ello. Has ganado un lector asudio de tu blog ;)
Saludos!!
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