miércoles, 6 de junio de 2012

Ética y Razón


Vengo a hablarles en este momento de mi amigo Manuel Perez. Manuel, o como le decíamos nosotros, “Ético”. Él era un ser humano bastante… peculiar en todos los sentidos de la palabra. Desde que lo conozco, Ético siempre dejó guiar todas y cada una de sus acciones por la Ética, de ahí su apodo. Todas sus acciones, sin importar que tan irrelevantes pudieran parecer. No usaba nunca un automóvil, porque “No era ético para el medio ambiente contaminarlo, si podía caminar”. Nunca dejaba menos del quince por ciento de propina en un restaurante, porque “No era ético no retribuir un trabajo digno a otro ser humano”, aunque el servicio hubiera sido pésimo. No hacía… Bueno, creo que no necesitan más ejemplos. Así era mi amigo Ético.

Y no solo eso, pues Ético nunca se caracterizó por tolerar el mal en los demás. No sólo era un ejemplo viviente de rectitud y comportamiento ético, sino un gran orador. Si en algún momento te encontraba haciendo algo malo, así fuera tirar basura en la calle, o copiando en un examen, te explicaba, con lujo de detalles, por qué esa actitud “No era ética”. Sin embargo, aunque fuera un regaño, era imposible tomarlo como tal. Articulaba sus argumentos de manera que no sólo hacía que te sintieras mal contigo mismo, sino que sus palabras te obligaban a remendar el mal. Pero no solo a nosotros, sus compañeros, sino a cualquiera. Alguna vez me tocó verlo detenerse a la mitad de la calle para subirse a un camión y regañar al conductor por haberse pasado un alto, y convencerlo de que debía de pagar una infracción, al grado que  el conductor, en cuanto pudo, cometió otra infracción más grave frente a una patrulla para recibir su castigo. Aún hoy día, hay veces que me detengo a pensar sobre alguna acción, pensando: ¿Qué me diría Ético?

Por eso, mucha gente era completamente incapaz de soportarlo. Decían que era un pedante, que sólo quería lucirse ante el mundo,  que seguramente en su casa era igual o peor que todo nosotros, pero yo, que lo conocía, sabía perfectamente que no. Sabía que él no era como nosotros. Claro, entender nuestras diferencias no hacía más fácil soportarlas, pero bueno… Siempre fue difícil tratar con él. Era bastante común verlo sólo, pero eso nunca le molestó. Al fin y al cabo, “Molestarse porque los demás deciden ejercer su libertad, no sería Ético”

Pero, como dice el dicho “Para todo roto hay un descocido”, Ético encontró a una persona con la que podía estar. No porque fuera una persona que guiara su vida por la Ética, como él, sino porque, igual que él guiaba su vida por un estándar superior a la comprensión del resto del mundo. Fernanda Raza es su nombre, creo… Y digo creo, porque todos la llamábamos “Razón”. Uno hubiera podido esperar que ellos dos, por ser tan antagónicos, no podrían convivir jamás en la vida, pero, sorprendentemente, lo hacían bastante bien. Discutían. Mucho. Todo el tiempo. Pero no eran discusiones serias, era como si ambos quisieran probarle al otro que su visión del mundo era mejor, aunque ambos estuvieran plenamente conscientes de que jamás lo lograrían. Verlos juntos siempre era interesante. Desesperante la mayoría de las veces, si, pero interesante.

Por más que salieran juntos, y cada uno de ellos fuera, probablemente, la única persona que soportaba al otro más de quince minutos, esos dos nunca aceptaron tener una relación. Alguna vez cuestioné a Ético al respecto, y lo único que me respondió fue: “No sería Ético forzarla a estar en una relación conmigo”. Cuando le cuestioné por qué habría de forzarla, si tal vez ella quería también, se quedó callado, sonriendo. Nunca más volvimos a tocar el tema, pero en mi mente siempre recordaré ese momento como aquel en el que logré dejarlo callado. Creo que la Ética no dice nada sobre el amor.

Un día después, supe que Ético y Razón iban a salir. Supuse que por fin dejarían de ser sólo amigos y me alegré mucho… Si hubiera sabido…

Unos amigos y yo organizamos una “misión de espionaje” para ver que pasaba entre ellos, esperando tener buenas noticias. Los seguimos durante varias horas, pero lo único que hacían era caminar, discutir, y mirarse fijamente. Uno a uno, todos ellos desistieron, hasta dejarme sólo, un poco atrás de ellos, cuando vi que cruzaban la calle para entrar a un parque. A pesar de que estaba harto, la curiosidad, fuerza incuestionable, fue más fuerte que yo, y así, fui testigo de todo.

Vi claramente cómo Ético se dirigía hacia una señora que vendía flores, lentamente, sin que realmente pareciera que tenían un rumbo fijo, pero supe lo que pensaba hacer. Sabía que lo haría, y me sentí muy bien. No necesitaba ver más que eso, y recién me había dado media vuelta para darles la privacidad que merecían cuando lo oí, a pesar de la distancia. Alguien gritó: ¡Denme todo lo que tienen!, y temí lo peor

Al voltear, vi a un asaltante, con una pistola apuntando directamente a la frente de Ético, a escasos metros del puesto de flores. Vi cómo Razón empezaba a quitarse la correa de la bolsa para dársela al ladrón, cuando Ético abrió la boca. Pensé de inmediato que era un error, e iba a empezar a correr para detenerlo, así tuviera que soportar el asalto, con tal de evitar que lo lastimaran, pero entonces empezó a hablar

De todos los discursos sobre la Ética que le escuché, ese sin duda fue el mejor. Hablaba como poseído por el máximo bien y la fuerza de sus argumentos nunca había sido tanta. Estoy completamente seguro que, hablando así, hubiera podido convencer al mismo Demonio de hacer el bien. Al terminar, Ético y Razón esbozaron una sonrisa que demostraba plena consciencia de que, si eso no convencía al ladrón, era porque no era un humano.

Sin embargo, ninguno de los dos imaginaba lo que pasaría a continuación.

El ladrón, en un acto de puro arrepentimiento, bajó la pistola, cerró los ojos, y pronunció unas palabras que nunca olvidaré: “Entonces, si todo lo que he hecho está mal… Mi vida… Carece de sentido”, al tiempo que se ponía el cañón de la pistola en la barbilla. Ético y Razón trataron de detenerlo, pero él jaló el gatillo…

Sólo que, en el último momento dejó de apuntar hacia arriba, y apuntó hacia enfrente.

Corrí lo más rápido que pude, pero para cuando llegué, ya era demasiado tarde. La bala había penetrado justo entre los ojos, y la luz en los ojos de Ético se había apagado para siempre

Nunca volví a ver a Razón tras ese día… Muchos creemos que su vida perdió sentido, que su mente nunca pudo superar ese hecho, y que perdió, irónicamente, la razón. Prefiero no pensar en ello.

Hoy día, aún los extraño

1 comentario:

Instruido Guardian dijo...

Excelente mi hermano!! Muy buen argumento y fluidez, que en estos casos es de lo mas importante. Tal vez no comulgo tanto con el final, que a mi parecer (repito, a mi parecer) está un poco de más. En realidad para mí no necesitas desenlaces, llamémosles... "premeditados" para hacerme y hacernos entrar en una verdadera y sincera reflexión acerca de lo que expones con tanta habilidad a través de la prosa. Desconocía totalmente tu talento y me da gusto descubrirlo. Leerte ha sido literal un placer y te felicito por ello. Has ganado un lector asudio de tu blog ;)

Saludos!!