Por primera vez en el día vi la sonrisa de Francisco en
su rostro. Sabía que ese sería un momento que le presumiría a sus nietos en su
momento, a pesar de su pequeña aportación a nuestro punto.
-Gran trabajo Francisco. Necesitaré que des todo en los
siguientes, porque si ya les ganamos uno, podemos ganarles más. ¿Cuento contigo?-
-Sss… sss… sssi- -Perfecto, gracias. Ahora, a darles con todo-
La cuarta prueba fue otro acertijo. No sé si fue que
ellos no estaban enfocados y seguían pensando en el punto anterior, o si fue el
apoyo de la gente a nosotros, o fue Francisco demostrando que podía dar algo
para nuestra victoria, pero logramos quitarles ese punto. 2-2
Sin embargo, y a pesar del buen momento que estábamos
viviendo, la quinta prueba fue nuestro regreso a la realidad. Fue otra prueba de
fuerza, esta vez teníamos que jalar un bloque durante una distancia
determinada. Tristemente, Francisco ya estaba demasiado cansado, y mi muñeca
mala no me permitía hacer demasiado esfuerzo, así que Antonio y Alma nos
ganaron casi sin requerir esfuerzo. 3-2
Teníamos que ganar los dos puntos que quedaban si
esperábamos ganar este enfrentamiento, y yo no aceptaría perder. Tenía que
darlo todo, costara lo que costara, fuera como fuera.
El sexto enfrentamiento fue otra carrera.
Desgraciadamente, una mirada fue suficiente para que Francisco y yo nos dijéramos
que no podíamos repetir la táctica de la carrera pasada. Esta vez, ambos
tendríamos que correr por nuestra cuenta. Esta vez, tendríamos que ganar juntos, pero solos.
Segundos antes de que empezara la prueba, volteé y le dije a Francisco: -Confío en ti-. Vi una sonrisa en su rostro. Sabía que eso era más victoria de lo que jamás esperó, pero no lo era
para mí. Yo necesitaba más. Y él tenía que saberlo. Teníamos que ir por todo.
Pero también vi la sonrisa de Antonio, que me gritaba con gran fuerza: “Todas
tus esperanzas son en vano”. Ya vería… Pronto vería…
En cuanto dieron la marca de inicio vi como Alma y
Antonio se me despegaban, mientras que yo me le despegaba a Francisco. Podía
verlos frente a mí, cómo veían juntos todo lo que se avecinaba. Alma, con esa
velocidad que la caracteriza, tomó la delantera con relativa facilidad, y yo notaba claramente como le preparaba el terreno a Antonio. Si había alguna posibilidad
para que yo ganara, era rebasándolo, derribándolo, de manera que Francisco y yo pudiéramos rebasarlo. Solo así podíamos ganar. Esa era mi última esperanza.
El problema es que dudaba realmente de mi capacidad para
siquiera alcanzarlo, independientemente de si pudiera estorbarlo o no. Y sin
eso, no había posibilidades.
Por eso, debí esforzarme más de lo que era sano. Tenía
que hacerlo. No quitaba la vista de Alma, y aprovechaba todas las ayudas que le
dejaba a Antonio. Al parecer, lo estaba exigiendo al máximo, porque en ningún
momento parecieron tener la coordinación que siempre habían demostrado. Cada
quien estaba haciendo su carrera, concentrados al máximo únicamente en su
camino, actuando casi por instinto, más que por entendimiento.
No me costó demasiado trabajo descifrar lo que ella
hacía, y fue solo cuestión de tiempo para que alcanzara a Antonio. Una vez que
estaba a la par con él, era todo o nada. Y aunque sabía que no debía, exprimí
cada gota de fuerza de mis piernas para correr más rápido, brincar más alto,
estirarme más de lo que nunca antes. Gracias a eso, logré rebasarlo, sin embargo, lo único que eso logró fue
que me agotara más rápido, y eso, ante ellos, era un grave error.
Faltarían tal vez cincuenta metros para el fin cuando
sentí que mi cuerpo no daba más. Mi vista empezaba a nublarse, mis piernas
pulsaban y mi respiración estaba completamente fuera de control. Antonio,
consciente de ello, aprovechó para volver a alcanzarme. Quise rebasarlo, al
menos llegar antes que él, pero era demasiado. En un esfuerzo sobrehumano, seguí
avanzando, pero no por mucho. Sentí un tirón en mi pierna izquierda, que me
derribó completamente, incapacitándome. No sé muy bien cómo, pero mi caída logró
que él se tropezara conmigo, y así, pronto nos encontrábamos los dos en el
piso, mientras Francisco corría a alcanzarnos.
Al parecer, Antonio también se había lastimado al caer,
porque no se levantaba. Yo al menos hice el intento, pero él no se movía. No
fue sino hasta que llegó Francisco, y me ayudó a ponerme en pie, que logramos
cruzar la meta, mientras él seguía en el piso. Me sentía culpable por ello, y
quería ayudarlo, pero no podía darme el lujo de perder por darle una atención a
mi rival. No sé por qué Alma no le ayudó. Aún no lo entiendo. Sólo sé que
ganamos ese punto, y forzamos a la muerte súbita.
Me costaba mantenerme en pie, pero la alegría me invadía
completamente. Podía ver los rostros de todos, fijos en nosotros, sin poder
creer lo que veían sus ojos. No creerían tampoco lo que habría por venir. 3-3
http://enriquegatica.blogspot.mx/2013/09/vinculo-perfecto-parte-12.html
http://enriquegatica.blogspot.mx/2013/09/vinculo-perfecto-parte-12.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario