jueves, 26 de septiembre de 2013

Vínculo Perfecto (parte 19)

-Entonces, ¿Piensas retirarte?- -¿Por qué no? Fácilmente podría desaparecer, engordar un poco dejando de hacer ejercicio, y volver a dar terapias. Claro, sería empezar desde cero, porque no podría usar mi nombre real, pero creo que aún soy muy bueno, y aunque tomaría tiempo, es un riesgo que puedo tomar. A pesar de tantos años, aún no me encanta el Linkball-

Es difícil explicar cómo me sentí cuando acabó de hablar, sobre todo con la consciencia de que me había contado todo porque necesitaba un consejo. Él había dicho que yo funcionaba igual, y yo sé que eso significa que quiere que yo le muestre el camino. Mi razón me decía una cosa, mi instinto otra… ¿Qué decirle?

-Mira, no soy tú, y sé que es difícil replicar lo que sientes por ella, independientemente de lo que pueda o no sentir por Abigail- Era la primera vez en meses que usaba su nombre completo, y no sé por qué, hasta me dolió hacerlo. –Sin embargo, después de todo lo que has hecho por ella, ¿Realmente la vas a dejar ir así de fácil?- -No lo sé. Es probable. Cuando amas a alguien, es fácil dejar de ver por tu felicidad, y empezar a ver por la de la otra persona. Pero eso ya lo sabes, ¿O no?-

Su pregunta me desconcertó, y traté de cambiar el tema. –La conoces lo suficientemente bien como para saber qué es lo mejor para ella. ¿Sería esto?- -No lo sé. En estos momentos, no estoy seguro si lo que veo es lo que es, o lo que quiero que pase. ¿No has pasado aún por esa etapa con tu noviecita?- -No es mi novia. Es… una persona muy hábil, con la que quiero vincularme. Nada más-

Sonrió burlonamente, y me dijo: -¿Nada más? Bueno, como digas. Sólo respóndeme algo, sinceramente, por favor: ¿Amas a Abigail?-

Traté de contestarle, pero las palabras se trabaron en mi garganta. Quería decirlo… Realmente quería… Pero lo único que pude decirle fue: -No… no puedo hablar de amor. No lo sé-

Guardé silencio, él sonrió, y se dio media vuelta. Esta vez no corrí tras de él. No había porqué hacerlo. Todo lo que debía decirse había sido dicho.

No estoy muy consciente de cuánto tiempo me quedé ahí, inmóvil, pensando en Abi. ¿La amaba? Tal vez, podía decirse, pero me es imposible saberlo. Nunca había sentido algo así por nadie más, pero no sé si eso cuente como amor. No sé cuánto estaba dispuesto a perder por ella. No sé si, en los zapatos de Antonio, yo hubiera podido hacer lo mismo.

Pero después de todo eso, estaba seguro de algo: No cometería sus mismos errores. No podía hacerlo, menos después de ver cómo lo dejó a él. No la dejaría ir sin meter las manos. Tenía que salvarnos. Y si no lo hacía hoy, no sé si después tendré otra oportunidad.

Con mi mente ya más clara, sabía que debía de hacer. Corrí a la florería más cercana, seleccioné las flores que creí que más le gustarían, y corrí a su casa. No sabía qué hora era, no sabía si era correcto, ni siquiera estaba muy seguro de cuál era su casa. Solo sabía que tenía que hacerlo. Tenía que ir con ella, porque aunque no sepa si es amor o no, sé que mi vida no estaría completa sin ella.

Toqué a la puerta, sin pensar siquiera en lo que pensaría, ni lo que podría pensar su familiar, ni nada. Cuál fue mi sorpresa cuando, pocos segundos después de que tocara, me abrió ella. –Tenía la sensación de que vendrías- También tenía los ojos rojos, la piyama puesta, y una sonrisa débil en el rostro, que intentaba disimular su tristeza. –No podía dejarte así- Le dije, con una sonrisa condescendiente, al tiempo que le enseñaba las flores. Por fin, su sonrisa era sincera. –Mis favoritas. Muchas gracias-

-También pensé que no vendrías. Pensé muchas cosas, para serte sincera, y a veces, quería odiarte. A veces, incluso, lo lograba- -Me imagino, pero por suerte para mí, no dejé que tus miedos se cumplieran- -Tampoco te emociones- Me dijo, golpeándome suavemente el hombro. –Bueno, pero ya hablando en serio, no tienes por qué. Prometo no lastimarte nunca más, ni siquiera el orgullo- -No hagas promesas que no puedes cumplir- -Puedo- Y sin decirle más, la besé.

-Quiero vincularme contigo Abigail. ¿Quieres hacer la prueba?-

Me mostró la sonrisa que me conquistó, y me dijo: -Claro que si-

Conocí a su familia, con quienes me presentó como “la persona con la que se quería vincular”, cosa bastante seria. No nos importó que ella estuviera en piyama y yo sudado. No nos importó nada. Ahora estábamos juntos, y así seguiríamos.

http://enriquegatica.blogspot.mx/2013/09/vinculo-perfecto-parte-20.html

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