Pude notar inmediatamente dos reacciones. Primero, Alma
se veía descorazonada, incluso al borde de las lágrimas. Antonio, por su parte,
se veía lastimado. Me miraba con un odio difícil de expresar, se sentía
traicionado, y yo podía estar seguro que si se le presentaba la oportunidad,
destruiría hasta el último de mis huesos.
La quinta ronda, una prueba de fuerza, nos ponía en
desventaja. Sin embargo, y aparentemente por el bajo ánimo de Alma, y nuestro
gran aprovechamiento del momentum, logramos arrebatarles otro punto. 5-0
Todos los presentes estallaron de la emoción. Era la
primera vez que alguien lograba ganarle cinco puntos a ellos dos, sobra decir
que era la primera vez que alguien lograba ganarles cinco sin respuesta. El
apoyo no podía estar más a nuestro favor, y tenía la absoluta conciencia de que
no tendría un mejor momento en mi aún naciente carrera que ese.
Podía ver en el rostro de Abi el júbilo extremo de
alguien que estaba pensando lo mismo que yo. Todas las dudas que tenía sobre
esto, y que nunca me dijo, habían quedado desechados.
Fue entonces cuando empezó a suceder lo único que le
faltaba a mi plan: Alma empezaba a reclamarle a Antonio por haberla convocado.
Antonio, como siempre, bajaba la mirada y escuchaba. Seguro también él se lo
cuestionaba.
La sexta prueba fue otra carrera. Esperaba que Alma
intentara rescatar el orgullo y arrebatarnos al menos ese punto en su
especialidad, pero volví a verla derrotada. Con decir que casi la alcanzo
tendría que quedar claro lo descorazonada que estaba. 6-0
Al ver eso, todos los ahí presentes empezaron a gritar,
tomando fuerza rápidamente, una única cosa: "¡Siete! ¡Siete! ¡Siete!"
Abi se veía emocionada, y yo estaba más que motivado. Sólo necesitaba una ronda
más, un pequeño esfuerzo, y todo sería perfecto.
La séptima ronda, aquella que nos podría inmortalizar
definitivamente sería una pelea cuerpo a cuerpo. Esa fue la segunda decisión
controvertida del día, y los espectadores dejaron muy claro su desaprobación.
Pero Abi y yo no reclamamos. Nosotros íbamos a ganar, así o como fuera.
Se seleccionaron los enfrentamientos. Tenía en mi cabeza
la manera de enfrentarme a cualquiera de los dos, la manera de ganar este
enfrentamiento, y este último punto. También tenía la absoluta confianza en
Abi, por lo que la victoria 7-0 estaba en nuestras manos. Mi primer, y ojala
único enemigo, sería Antonio, en una deliciosa revancha del enfrentamiento
anterior. Y esta vez, saldré entero.
Fue una pelea de poder a poder. Él me conocía perfectamente,
y yo a él no. Además, él estaba casi cegado por la ira ardiente de la venganza,
una ira que no buscaba derrotarme, sino matarme. Pero yo tenía una única
ventaja, una que no dejaría ir. No sé cuántas veces había revivido esa pelea en
mi cabeza durante los meses que estuve en recuperación, pero hoy, gracias a
ello, podía reconocer sus patrones. Golpe abajo, patada izquierda, cabezazo.
Detiene mi bloqueo y golpe al hombro, buscando dislocar. Todos sus patrones
estaban grabados de manera indeleble en mi cabeza, mientras que mi forma de
pelear era todavía una incógnita para él. Tal vez no por mucho, pero todavía lo
era.
Así que, antes de que pudiera analizarme, hice una de las
cosas que más los enojaban, algo que les recordara como funcionamos Abi y yo.
Con un amago de una jugada ilegal, logré que bajara la guardia, y entonces lo
rematé. Un impacto certero y con fuerza suficiente para que no pudiera
levantarse. Ese simple ataque fue suficiente para que el toro que amenazaba con
destruirme cayera a mis pies, derrotado.
En cuanto me dieron el punto voltee hacia la pelea entre
Abi y Alma. Era difícil distinguirlas a la velocidad a la que se movían, y me
costaba mucho trabajo saber cuál de las dos iba ganando. En un instante, vi
cómo Abi me miraba y me sonreía, quitándole la mirada de encima a Alma. Error
garrafal. Al momento siguiente, Abi yacía en el piso, completamente indefensa.
Al parecer, habría tercer enfrentamiento.
En los ojos de Alma ya no se veía desconcierto. Ya no se
veía preocupación. Se veía el orgullo llevándola a flote, sacándola adelante
para evitar la humillación que estaba a punto de consumarse. Sabía que no sería
fácil, porque al fin y al cabo, y a pesar de todo lo sucedido con anterioridad,
no por nada había llegado a donde había llegado.
Sin embargo, el desenlace en esta pelea fue casi idéntico
a la vez pasada. Acostumbrado a Alma, y después de haber visto tantas veces a
lo largo de mi vida su forma de pelear, noté inmediatamente lo que tenía que
hacer para ganar, y lo hice. Pronto, Alma estaba en el piso, obligada a
rendirse, pero negándose.
En un susurro, imposible de escuchar para alguien que no
fuera ella, le dije “¿Por qué crees que les ganamos? ¿Porque somos vinculables?
¿Porque somos mejores? No lo creo. Ganamos porque confiamos en nuestra pareja,
porque ponemos nuestro futuro en manos del otro, porque estamos juntos, pero no
vinculados” Y en un alarido, para que todos los ahí presentes escucharan,
grité: -¡No se necesita estar vinculado para ganar!-
Inmediatamente después de eso, se rindió. Abi se lanzó
sobre mí, abrazándome, y yo, tomándola con un brazo, y levantando el otro en
señal de victoria, celebré el mejor momento de mi carrera. Marcador final 7-0
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